En los grandiosos juegos del año 107 d. C. organizados por el poderoso emperador Trajano, el público asiste a un espectáculo con protagonistas poco habituales: las gladiadoras. La mayoría son prisioneras de guerra, y, entre ellas, una mujer llamada Mevia hace historia en uno de los juegos. Opta por renunciar a su condición de ciudadana libre de Roma para luchar en la arena como gladiadora, una decisión controvertida y chocante con la que se gana la enemistad del historiador y satírico romano Juvenal. Su elección ilustra los desafíos de la vida plebeya para las mujeres en la antigua Roma.